Ese día amanecimos sin electricidad: debido a un choque, uno de los postes de la calle se había caído... Así que la cosa podía resultar desastrosa, con los chicos al final del día apenas iluminados por la luz de la vela de la torta. Lo peor era que habíamos arrendado un castillo inflable pero, para que se inflara, había que conectar un motor que claro, funcionaba con electricidad.
Pero mágicamente, a las cuatro y media, los tipos habían logrado enderezar el poste y poner los cables en su lugar.
He aquí el castillo inflable, y una niñita cuya cara lo dice todo:
Después hubo que entrar a cantar el cumpleaños feliz y todo el ritual de apagar la vela. Fátima tenía puesta una corona rosada (su color favorito) de barbie princesa:
La vela resultó ser de ésas mágicas, que uno las apaga pero se vuelven a prender. Fátima sopló con tanto empeño, que al tercer intento, la vela no se prendió más.
Yo sospecho que, además de aire, Fátima sopló a esa vela con partículas de cuchuflí, bebida, papas fritas y otros dulces de los que los chicos estaban disfrutando en la mesa de cumpleaños:
Finalmente, disfrutaron los chicos de una función de títeres:
Al día siguiente, Fátima me preguntaba: "¿Voy a cumplir siete años?" A lo que yo le contesté que sí, que en su próximo cumpleaños cumpliría siete años. Fátima contestó: "¿Y mi cumpleaños de siete años va a ser el próximo domingo?"
Así que creo que lo pasó demasiado bien.